Me llamo Patria María Romero Montero, tengo 31 años y soy dominicana. Les cuento que en el año 2004 conocí a una hermana dominica que visitó mi casa y a mis niños. Me preguntó si estudiaban, le dije que sí, pero que apenas podía pagar el colegio donde estaban inscritos. Entonces, ella me preguntó si me interesaba una beca para mi niña y le dije que sí, pero que no sabía cómo tenía que hacer las gestiones. Dijo que me ayudaría y yo nunca dejaré de agradecérselo.En esos días me tenían que operar de la vesícula. Así que la hermana me dio su teléfono y cuando me dieron de alta la llamé, y le pregunté por los avances de la beca de mi niña. Antes de que respondiera, comencé a llorar. Llevaba días rogando y pidiendo por esa beca. Así que, cuando ella respondió que sí, pude al fin respirar.Entonces comencé a participar en las reuniones de padres del colegio. Y un día comencé a tener una inquietud: quería ser voluntaria del centro para dar apoyo escolar a esos niños. Hablé con Fran Rodríguez y Anna Gasset. En esos momentos no tenía trabajo y sentía la necesidad de prestar un poco de mi tiempo a cambio de todo lo que estaban haciendo por mi hija. Finalmente, aceptaron.Me dio mucha ilusión volver a dar clases, desde niña siempre me ha gustado dar clases a los niños. Eso lo tengo de vocación y me gustó la idea de ser voluntaria. Me di cuenta de que tenía que luchar por estos niños/as y por su futuro. Pero en esos momentos, debo reconocer que temía un poco al barrio. Casi nunca salía de mi casa. Hasta que las monjas me llevaron a caminar por todo el barrio, que tiene alrededor de 12 comunidades. Las visitaba y les daba charlas de salud.
Al poco tiempo, Anna Gasset tuvo que marcharse del proyecto y me recomendó a CODESPA. Cuando me llegó la noticia de que trabajaría en CODESPA me dio alegría y tristeza a la vez. Al no ser universitaria ni profesional pensaba que no me darían el trabajo. Pero no fue así. Me lo dieron.Empecé coordinando el apoyo escolar y dando las reuniones de padres con ayuda de Fran Rodríguez y de Yudelka Burgos. Yudelka siempre estaba atenta a todo lo que yo hacia. Me daba algunas explicaciones, ya que yo nunca había trabajado en una oficina.Después, entraron más niños en el proyecto de becas gracias al aumento de las ayudas y he tenido que visitar y recorrer muchas casas de familias más pobres que yo. Desde ese momento, he cambiado mi forma de vivir y de pensar. Me he dado cuenta de que no soy pobre, de que sé desenvolverme y de que puedo aprender cada día.
Ahora, en el barrio me dicen adiós profesora a cada paso. Me siento como si esas personas me conocieran desde hace mucho tiempo. Los niños me respetan mucho y sus padres también. Este trabajo me ha dado las fuerzas que ya no tenía. Pensaba que sólo servía para coser en una zona franca o para cocinar en mi casa, pero me he dado cuenta de que en la vida hay que luchar y aprender cosas nuevas y que el dinero no lo es todo, y lo mejor es ayudar al que lo necesita y se lo merece, y eso es lo hermoso de este proyecto de apadrinamiento, que le da educación a quien la necesita: los niños.
Al poco tiempo, Anna Gasset tuvo que marcharse del proyecto y me recomendó a CODESPA. Cuando me llegó la noticia de que trabajaría en CODESPA me dio alegría y tristeza a la vez. Al no ser universitaria ni profesional pensaba que no me darían el trabajo. Pero no fue así. Me lo dieron.Empecé coordinando el apoyo escolar y dando las reuniones de padres con ayuda de Fran Rodríguez y de Yudelka Burgos. Yudelka siempre estaba atenta a todo lo que yo hacia. Me daba algunas explicaciones, ya que yo nunca había trabajado en una oficina.Después, entraron más niños en el proyecto de becas gracias al aumento de las ayudas y he tenido que visitar y recorrer muchas casas de familias más pobres que yo. Desde ese momento, he cambiado mi forma de vivir y de pensar. Me he dado cuenta de que no soy pobre, de que sé desenvolverme y de que puedo aprender cada día.
Ahora, en el barrio me dicen adiós profesora a cada paso. Me siento como si esas personas me conocieran desde hace mucho tiempo. Los niños me respetan mucho y sus padres también. Este trabajo me ha dado las fuerzas que ya no tenía. Pensaba que sólo servía para coser en una zona franca o para cocinar en mi casa, pero me he dado cuenta de que en la vida hay que luchar y aprender cosas nuevas y que el dinero no lo es todo, y lo mejor es ayudar al que lo necesita y se lo merece, y eso es lo hermoso de este proyecto de apadrinamiento, que le da educación a quien la necesita: los niños.
Patria María
Coordinadora del proyecto de escolarización infantil en el entorno marginal de Santo Domingo
No hay comentarios:
Publicar un comentario