A las 11 de la mañana se ha acabado nuestra visita turística y hemos puesto rumbo a Ciudad de Guatemala, donde teníamos una cita. Es sábado pero hay que aprovechar al máximo mi estancia en el país y con Yago hemos decidido visitar una ONG de la que nos han hablado muy bien. Se trata de ACODES, organización que desde hace 40 años gestiona el centro de formación Junkaval en el barrio del Basurero, uno de los más marginales del país. En este centro se da formación profesional a mujeres de bajos recursos. Se les enseña peluquería, corte y confección, cocina, repostería. Gracias a esta formación las mujeres consiguen un trabajo o ellas mismas empiezan algún pequeño negocio.
Nos ha acompañado en la visita Flor de María, una mujer que lleva tods su vida trabajando para esta comunidad. En el Basurero las condiciones son pésimas: la gente vive en cobachas, chabolas de madera con tejado de uralita. No tienen agua corriente y los lavabos son unas letrinas que hay en la zona comunitaria. Miles de personas viven así. Durante la visita hemos conocido a una señora, ex alumna de los cursos de formación. Fijense que se me quemó la casa y me vine donde mi mamá. Estos incendios son habituales aquí, pues las paredes de las cobachas son simples tablones de madera. Al preguntarle por su familia nos ha dicho que tenía 10 hijos pero cuatro se me murieron y al pequeño me lo mataron el año pasado. Lo más sorprendente es la resignación con la que nos contaba todo esto. Ha sido impactante conocer a esta mujer tan entrañable y cariñosa pese a lo curtida que está por la vida. Me ha dado la impresión de que Flor de Maria, nuestra acompañante, se sentía impotente ante la situacion: luchan durante años por dar una formación a estas mujeres para que puedan tener una ocupación y de repente la fatalidad destroza sus vida en un instante.
Nos ha acompañado en la visita Flor de María, una mujer que lleva tods su vida trabajando para esta comunidad. En el Basurero las condiciones son pésimas: la gente vive en cobachas, chabolas de madera con tejado de uralita. No tienen agua corriente y los lavabos son unas letrinas que hay en la zona comunitaria. Miles de personas viven así. Durante la visita hemos conocido a una señora, ex alumna de los cursos de formación. Fijense que se me quemó la casa y me vine donde mi mamá. Estos incendios son habituales aquí, pues las paredes de las cobachas son simples tablones de madera. Al preguntarle por su familia nos ha dicho que tenía 10 hijos pero cuatro se me murieron y al pequeño me lo mataron el año pasado. Lo más sorprendente es la resignación con la que nos contaba todo esto. Ha sido impactante conocer a esta mujer tan entrañable y cariñosa pese a lo curtida que está por la vida. Me ha dado la impresión de que Flor de Maria, nuestra acompañante, se sentía impotente ante la situacion: luchan durante años por dar una formación a estas mujeres para que puedan tener una ocupación y de repente la fatalidad destroza sus vida en un instante.
Evidentemente todo esto sería evitable si el Gobierno de Guatemala tuviera voluntad por acabar con la pobreza y ofreciera una vivienda digna a los habitantes del Basurero. Una sola decisión política equivale al esfuerzo de un montón de ONGs . Pero esa es la realidad aquí y en todas partes.Estas situaciones son las que desesperan en cooperación porque uno ve que es necesario un cambio tan grande para acabar con la pobreza que va mucho más allá de nuestra pequeñas intervenciones como ONG.
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