Chachauate tiene dos cosas excepcionales: el mar y la gente. Del mar, su increíble transparencia y la variedad de peces ya he hablado otras veces. De la gente, qué decir…te dan la sensación de estar viviendo en Africa. La isla está habitada por 80 garífunas, que son descendientes de esclavos negros. Por sus tradiciones, música y comportamiento son muy diferentes al resto de hondureños. Sus antepasados fueron arrancados de golpe de su tierra en Africa y traídos aquí, a la otra punta del mundo. Probablemente eran campesinos y no sabían ni siquiera nadar, pero sus descendientes, los actuales garífunas, se adaptaron a su nuevo entorno y se convirtieron en un pueblo pescador. Algunas noches un grupo de ellos se pone a tocar los tambores y a bailar la danza llamada punta. Cuando presencias el espectáculo (nada turístico por cierto) te sientes transportado a Africa. Sé que no tiene mucho que ver pero la sensación es similar a presenciar una fiesta gitana: sientes esa pasión casi mística del que canta o baila y esa comunión con el resto del grupo.
Aquí el ritmo de vida es tranquilo. No hay mucho que hacer. Las familias viven de la pesca y de las remesas que les mandan los familiares que viven en USA. La mayor parte de la gente que se ve por aquí son niños. Los chicos más mayores viven en tierra firme, en Nueva Armenia, donde pueden estudiar. Todas las familias tienen una casa allí,lo cual por cierto fue su salvación cuando el huracán Mitch arrasó la isla hace años. Con tanto niño suelto por aquí la isla es como un kínder garden playero. Todos saben nadar desde muy pequeños y los padres les dejan muy sueltos por la isla. Los turistas somos una atracción para ellos, pero no demasiado. No te piden dinero ni regalos y tampoco están detrás de ti molestando todo el día.
Nosotros nos hospedamos en casa de Beti. Es simpática, trabajadora (siempre está en la cocina) y muy cariñosa. Su marido es Malaka, un noble hombre de mar. Los hijos que viven en la isla son estos. Caroline, de 22 años, es la mano derecha de su madre en las tareas de la casa; aparentemente seria pero con un humor irónico genial. Tenían un rollito muy cachondo con Rafa, todo el día haciendole trencitas y masajes...aiai... Tuti, de 12, es la mano derecha de su padre; le acompaña a pescar y hace de divertido guía turístico (si no sabe algo se lo inventa con una seguridad). Yurdin, de 8, es el guapo de la casa y le encanta que le cuenten historias de miedo con hombres lobos y momias. Pedrito, de 5, es el pequeño pero también el chico duro; aparentemente a él esto de los turistas le da igual, pero luego si te lo ganas es muy cariñoso. Además, Caroline, que está separada de su marido, tiene tres niñas, Waldina, Julie y Magna.
Los días que hizo mal tiempo estuve la mayor parte del tiempo con ellos. Eran como mi familia. Las tres niñas son para comérselas, con sus trencitas y sus sonrisas Colgate. La verdad es que estando con ellas ha crecido mi instinto paternal. Desde siempre me han encantado los niños pero la idea de ser padre la tenía un poco aparcada. Aquí había momentos, cuando acostaba a las tres hermanitas, que me imaginaba siendo su padre; un padre un poco blanquito, eso sí.
Aquí el ritmo de vida es tranquilo. No hay mucho que hacer. Las familias viven de la pesca y de las remesas que les mandan los familiares que viven en USA. La mayor parte de la gente que se ve por aquí son niños. Los chicos más mayores viven en tierra firme, en Nueva Armenia, donde pueden estudiar. Todas las familias tienen una casa allí,lo cual por cierto fue su salvación cuando el huracán Mitch arrasó la isla hace años. Con tanto niño suelto por aquí la isla es como un kínder garden playero. Todos saben nadar desde muy pequeños y los padres les dejan muy sueltos por la isla. Los turistas somos una atracción para ellos, pero no demasiado. No te piden dinero ni regalos y tampoco están detrás de ti molestando todo el día.
Nosotros nos hospedamos en casa de Beti. Es simpática, trabajadora (siempre está en la cocina) y muy cariñosa. Su marido es Malaka, un noble hombre de mar. Los hijos que viven en la isla son estos. Caroline, de 22 años, es la mano derecha de su madre en las tareas de la casa; aparentemente seria pero con un humor irónico genial. Tenían un rollito muy cachondo con Rafa, todo el día haciendole trencitas y masajes...aiai... Tuti, de 12, es la mano derecha de su padre; le acompaña a pescar y hace de divertido guía turístico (si no sabe algo se lo inventa con una seguridad). Yurdin, de 8, es el guapo de la casa y le encanta que le cuenten historias de miedo con hombres lobos y momias. Pedrito, de 5, es el pequeño pero también el chico duro; aparentemente a él esto de los turistas le da igual, pero luego si te lo ganas es muy cariñoso. Además, Caroline, que está separada de su marido, tiene tres niñas, Waldina, Julie y Magna.
Los días que hizo mal tiempo estuve la mayor parte del tiempo con ellos. Eran como mi familia. Las tres niñas son para comérselas, con sus trencitas y sus sonrisas Colgate. La verdad es que estando con ellas ha crecido mi instinto paternal. Desde siempre me han encantado los niños pero la idea de ser padre la tenía un poco aparcada. Aquí había momentos, cuando acostaba a las tres hermanitas, que me imaginaba siendo su padre; un padre un poco blanquito, eso sí.
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