Esta semana hemos estado trabajando en Nicaragua con Blanca y Swati, dos compañeras de Codespa. Hemos visitado varios proyectos que estamos ejecutando en el noroeste del país. En uno de ellos estamos ayudando a pequeños ganaderos a sembrar pasto (para ganado)mejorado. Muchas familias de esta zona (San Juan de Río Coco) tiene vacas que suelen comer hierba que crece de forma dispersa en los campos. Pero esta hierba, este pasto, se seca en verano, lo que supone que durante 4 meses las vacas no tienen qué comer. El pasto mejorado, en cambio, también crece en verano, lo que asegura alimento todo el año para el ganado. Dentro de nuestro proyecto hemos entregado semillas de este pasto a varios ganaderos y también les hemos dado formación para que sepan cómo sembrarlo y mantenerlo.
El gobierno nicaragüense tiene un programa de ayuda a los más pobres: les entrega una vaca, dos cerdos, alambre para cercar las fincas. Pero de nada sirve tener una vaca si no tienes cómo alimentarla, y ahí es donde entramos nosotros a través de los proyectos de pasto mejorado.
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Otro de los proyectos que ejecutamos es con mujeres de bajos recursos. Se les entrega un par de cerditos para que los engorden. Como aporte, ellas se comprometen a construir el corralito, con los medios que tengan más a a mano. Además de esta donación también damos formación a las mujeres para que sepan cómo cuidar a los cerdos. Si más adelante quieren ampliar el negocio, ellas pueden acceder a pequeños créditos que vienen de fondos que ayudamos a crear. Los fondos se ponen en manos de una cooperativa y ella es la que presta el dinero a sus socias.
La idea es donar el mínimo de cosas posible (no querenos ser asistencialistas) y animar a los beneficiarios a que tomen riesgos y se conviertan en micro-empresarios.
Puede parecer que engordar dos cerdos no cambie mucho las vidas de estas mujeres, pero sí lo hace. Por un lado, cuando la mujer tierne su propio negocio pasa a ser más respetad, pa por su marido, pues ahora aporta ingresos a la familia: la mujer cobra autoestima y se hace respetar. Su marido la tiene en cuenta en las decisiones que afectan a su familia, entre ellos en qué gastar los ingresos. Esto se llama empoderamiento de la mujer y es uno de los resultados más buscados cuando trabajamos en cooperación al desarrollo. Además está el impacto meramente monetario: estamos hablando de familias con ingresos bajísimos, y unos pocos euros obtenidos con la venta de los cerdos pueden suponer bastante para ellos. Quizás supongan el material escolar de los hijos, o comprar más huevos con los que mejorar la dieta familiar.
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