lunes, 29 de junio de 2009

Crónica del Golpe (3)

Tegucigalpa, 17 h

Este mediodía unos amigos y yo nos hemos decidido salir a la calle a sondear lo que la gente opina sobre la situación actual. Nos hemos acercado al Palacio Presidencial, donde están reunidos los contrarios al Golpe de Estado. Había cientos de personas. Mucho de ellos decidieron ayer pasar la noche ahí, rompiendo el toque de queda, pero a las 21 h los soldados les dispararon balas de goma para dispersarlos.

Había una mezcla de gente frente al Palacio: integrantes de movimientos sociales, sindicalistas, campesinos de mediana edad, mujeres feministas, universitarios, extranjeros curiosos. Hemos estado conversando con la gente e incluso nos hemos pasado el número de celular con uno de los activistas con el fin de intercambiar información. Nuestro papel ahí era de simples observadores, no íbamos a manifestarnos, pues sólo queríamos saber lo que los medios no están contando, para hacer llegar dicha información a nuestros conocidos en España.

Unos quince minutos después de dejar el la zona, una compañera nos ha llamado para informarnos de que el Ejército ha empezado a lanzar gases lacrimógenos entre los congregados, dejando heridas a 15 personas.

Mientras comíamos, le he preguntado a una camarera qué opinaba sobre el Golpe. Ella me ha contestado "mire yo sólo sé que si esto le han hecho a un presidente, imagínese lo que pueden hacernos a nosotros, entran en su casa y le fusilan". De algún modo ella estaba manifestando su temor ante el hecho de que las reglas del juego, que la legalidad en Honduras, ha desaparecido.

En Honduras hay una clara división entre los partidarios del golpe y los contrarios. No estoy hablando de partidarios o no de Mel Zelaya. porque hay muchos hondureños a quien no les gusta dicho presidente, pero no está de acuerdo en que se le haya expulsado a Costa Rica.

La clase alta y media-alta está a favor del golpe. El resto, es decir la mayoría del país, está en contra. A los extranjeros (contrarios al golpe) nos sorprende que no haya prácticamente disidencia entre la clase media-alta. Se trata de gente joven, con formación y acceso a información, pero esgrimen todos el mismo argumento: Zelaya se había convertido en un Chávez y había que echarlo. Ello hace pensar que en estos momentos hay una lucha de clases en el país; una clara fragmentación social.

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