martes, 23 de junio de 2009

Ha muerto un gran hombre

Conocí a Vicente Ferrer en Anantapur, India, donde trabajé en la fundación que lleva su nombre. Esa fue mi primera experiencia en cooperación y no podía empezar mejor mi nueva "carrera" profesional: descubrí el gran trabajo que ha hecho este hombre que dedicó 40 años de su vida a desarrollar una de las zonas más áridas y pobres del Sur de India.

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Su fundación ha construido 3 hospitales, un centro de atención a enfermos de SIDA, un centro de planificación familiar, 1.600 pequeñas escuelas, ha ejecutado un ambicioso programa de alfabetización de niñas, ha dado becas a más de 800 jóvenes para a acudir a la universidad, ha creado internados para discapacitados, ha construido 26.000 casas, ha instalado más de 2.000 estructuras para almacenar agua.

Quizás la vía de recaudación de fondos que utiliza la Fundación Vicente Ferrer, la figura del apadrinamiento, no sea mucho de mi agrado, pues me parece que promueve el paternalismo entre los países ricos y los menos ricos. Pero gracias a esos 130.000 padrinos que pagan mensualmente sus cuotas, se ha conseguido beneficiar a cientos de miles de personas de bajos recursos. La Fundación es un ejemplo de eficiencia y salta a la vista los resultados del trabajo de un equipo de más de mil trabajadores locales.

Muchos de mis compañeros voluntarios en aquellos días en Anantapur estaban maravillados de la figura de Vicente. Yo sinceramente tuve poca oportunidad de hablar con él. Coincidí en una época en la que tuvo un bajón y se encontraba muy débil. Sí recuerdo un par de escenas memorables. Una fue cuando acaba de llegar; fui a saludarle a su despacho y me dijo "tú te crees que vienes a salvar al mundo, pero te vienes a salvar a ti". Y que razón tenía: a veces los cooperantes tenemos un cierto complejo de "salvadores del mundo", pensamos "pobrecitos estos, necesitan nuestra ayuda", sin tener en cuenta todo lo que las personas con las que tratamos pueden darnos. No creo que los voluntarios que pasamos por la Fundación Vicente Ferrer aportemos mucho al desarrollo de la India con nuestra colaboración de pocos meses; pero lo que sí hacemos es irnos de ahí concienciados sobre el hecho de que las cosas deben y pueden cambiarse.

Vicente era básicamente un hombre de acción. Eso es lo que explica en su segundo libro. Cuenta cómo, si bien llegó a la India para orar (con el resto de compañeros jesuitas) , acabó decantándose por la acción como medio de ayudar a los demás. Me llama la atención que siendo un hombre muy religioso, jamás intentó evangelizar a nadie. El respectó las religiones locales y puso todos sus esfuerzos en ayudar a mejorar la calidad de vida de los habitantes de Ananatapur, comprendiendo lo que significa la diversidad. Luchó contra la marginación de los intocables, de las mujeres, de los dicapacitados.

Vicente era un hombre sabio y como tal nos dejo frases célebres. De todas ellas me quedo con lo que resume su visión de la cooperación al desarrollo: La pobreza no está para ser entendida sino para ser resuelta

Untanu, Fadaru (adios, padre, en lengua telugu)

1 comentario:

Helena dijo...

Toni!!!
quanta raó tens, m'has emocionat!

Com va tot per aquí?
vaig seguint el bloc, tot i que de vegades em despisto i quan me'n recordo m'hi he de tirar una bona estona llegint!
Avui, per exemple!
cuida't moltíssim!!!
1petonàs des de barcelona!