Los primeros dos días fue un poco aburrido viajar solo. Se encontraba a faltar a alguien con quien comentar las maravillosas playas caribeñas o compartir las excursiones a las ruinas mayas o reirnos del acento mexicano.
Pero como buen mochilero lonliplanetero, acabé conociendo gente. No fue difícil porque los mexicanos son super buena onda y hospitalarios. Una de estas personas fue Iván, un chico muy simpático del norte de México cuyos ancestros por parte de madre fueron indios apaches y por parte de padre, españoles. Le conocí en Cancún, donde fui sólo por presenciar lo que es la explotación hotelera a gran escala. De allí me llevó de marcha por Playa del Carmen, una ciudad costera bastante más auténtica que Cancún, que recuerda a la Ibiza de los mejores tiempos, la de hace 15 años. Me llevó a un par de bares lounge muy cools y una playa donde la gente alquila unas camas-chillout como la de la foto. Un poco de glamour no me vino mal (aunque me negué a alquilar la cama-chillout)
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