Por fin consigo colgar algo de mi amiga Ianire! Ella es la periodista del grupo y llevo tiempo detrás suyo para que escriba un post en mi blog. Finalmente aquí tenéis un artículo que ha escrito relacionado con los niños hondureños.
La “resistencia golpista”, el nuevo juego de los barrios hondureños, por Ianire Molero
Visitamos El Pedregal, un barrio cercano a la capital de Honduras considerado bastión de la resistencia contra el golpe de Estado. Allí, los niños y niñas del vecindario han inventado un nuevo juego con el que se entretienen desde el 28 de junio. Lo llaman la “resistencia golpista” y, como el nombre que han acuñado, verlo en directo también es un desafío a la lógica. Éste es un ejemplo de cómo el acontecer político de un país genera nuevas realidades desconcertantes para la infancia ante la ausencia de una cultura de paz desde las aulas.
El regreso atropellado del presidente hondureño derrocado por un golpe militar, Manuel Zelaya, a Tegucigalpa el 22 de septiembre provocó en Honduras un sopapo de tensión. Los torbellinos de manifestaciones se arremolinaron frente a la Embajada de Brasil, donde permanecía –y todavía sigue refugiado- el líder depuesto. A las protestas se unieron, esta vez, los saqueos a las grandes superficies ubicadas en los barrios populares de Tegucigalpa.
.
Durante la primera noche con estado de sitio decretado por el gobierno de facto, los vecinos de estos barrios no lo dudaron. “Salimos todos. La gente estaba muy preocupada y con cólera, el saqueo fue la manera de rebelarse contra el recorte de garantías”, comenta Milton mientras nos acompaña a recorrer El Pedregal, un vecindario marginal cercano a la capital hondureña. Allí, La Colonia, una cadena de supermercados perteneciente a una de las familias más acomodas del país, fue saqueada durante la primera noche de libertades fusiladas. Actualmente, el estado de sitio ha sido derogado, pero de palabra. El anuncio no cobra oficialidad hasta que no sea publicado en la Gaceta, una especie de boletín oficial del estado.
Durante la primera noche con estado de sitio decretado por el gobierno de facto, los vecinos de estos barrios no lo dudaron. “Salimos todos. La gente estaba muy preocupada y con cólera, el saqueo fue la manera de rebelarse contra el recorte de garantías”, comenta Milton mientras nos acompaña a recorrer El Pedregal, un vecindario marginal cercano a la capital hondureña. Allí, La Colonia, una cadena de supermercados perteneciente a una de las familias más acomodas del país, fue saqueada durante la primera noche de libertades fusiladas. Actualmente, el estado de sitio ha sido derogado, pero de palabra. El anuncio no cobra oficialidad hasta que no sea publicado en la Gaceta, una especie de boletín oficial del estado.
.
Visitar El Pedregal es sortear con la mirada el pelotón de tejados de uralita incrustados en el cerro. Los niños y niñas del barrio animan sus calles, que parecen pasillos de bazar, con la invención de un juego que ha fabricado un nuevo entretenimiento desde el 28 de junio: “la resistencia golpista”. “Al principio sólo mencionaban ‘Goriletti, Goriletti’ –el mote que los manifestantes contra el golpe de estado han acuñado para el presidente de facto, Roberto Micheletti-. Al ver que la resistencia se organizaba también en el barrio, empezaron a hacer grupos. Les da igual a qué bando pertenecer, sólo imitan”, introduce Milton.
Visitar El Pedregal es sortear con la mirada el pelotón de tejados de uralita incrustados en el cerro. Los niños y niñas del barrio animan sus calles, que parecen pasillos de bazar, con la invención de un juego que ha fabricado un nuevo entretenimiento desde el 28 de junio: “la resistencia golpista”. “Al principio sólo mencionaban ‘Goriletti, Goriletti’ –el mote que los manifestantes contra el golpe de estado han acuñado para el presidente de facto, Roberto Micheletti-. Al ver que la resistencia se organizaba también en el barrio, empezaron a hacer grupos. Les da igual a qué bando pertenecer, sólo imitan”, introduce Milton.
.
“Nosotros lo inventamos”, dice al oírlo José, un niño de 9 años que hace de portavoz informal de un grupo de cuatro. Junto a ellos, más niñas y niños que escuchan, ansiosos por ilustrar el nuevo juego. Y se arrancan con una demostración espontánea que recuerda a los “indios y vaqueros” de toda la vida, pero adaptado a la actualidad hondureña.
“Nosotros lo inventamos”, dice al oírlo José, un niño de 9 años que hace de portavoz informal de un grupo de cuatro. Junto a ellos, más niñas y niños que escuchan, ansiosos por ilustrar el nuevo juego. Y se arrancan con una demostración espontánea que recuerda a los “indios y vaqueros” de toda la vida, pero adaptado a la actualidad hondureña.
.
Primero hay dos líderes que comienzan a elegir de entre los asistentes quiénes conformarán cada bando. Se organizan dos grupos: “los resistentes” y “los golpistas”. Después, cada uno se adorna con los correspondientes ropajes: escudos de cartón, botellas y cascos de plástico, si son “golpistas”; o pañuelos, cucharas y ollas, si son “resistentes”. A partir de este momento, el juego ha comenzado.
Primero hay dos líderes que comienzan a elegir de entre los asistentes quiénes conformarán cada bando. Se organizan dos grupos: “los resistentes” y “los golpistas”. Después, cada uno se adorna con los correspondientes ropajes: escudos de cartón, botellas y cascos de plástico, si son “golpistas”; o pañuelos, cucharas y ollas, si son “resistentes”. A partir de este momento, el juego ha comenzado.
.
Unos corren calle abajo y otros, calle arriba. Van a esconderse, pero alguien ruega que no usen piedras, como hacen otras veces. Pasados unos minutos, asoman las cabezas a través de las fachadas de las casas para saber si la zona está despejada. De repente, salen los dos bandos a la vez y un estruendo eclosiona en el área de juego. “Resistentes” y “golpistas” se afanan en aporrear botellas de plástico para armar ruido mientras gritan al grupo contrario una lluvia de palabras inconexas: “izquierda”, “derecha”, “pueblo únete”, “golpistas, golpistas”. Es una especie de desafío a la lógica, de contradicción de lo que supuestamente debería gritar cada bando. Y ellos lo saben.
Unos corren calle abajo y otros, calle arriba. Van a esconderse, pero alguien ruega que no usen piedras, como hacen otras veces. Pasados unos minutos, asoman las cabezas a través de las fachadas de las casas para saber si la zona está despejada. De repente, salen los dos bandos a la vez y un estruendo eclosiona en el área de juego. “Resistentes” y “golpistas” se afanan en aporrear botellas de plástico para armar ruido mientras gritan al grupo contrario una lluvia de palabras inconexas: “izquierda”, “derecha”, “pueblo únete”, “golpistas, golpistas”. Es una especie de desafío a la lógica, de contradicción de lo que supuestamente debería gritar cada bando. Y ellos lo saben.
.
“Sabemos que es política, pero jugamos como si fuera fútbol”, dice Jefferson, uno de los niños participantes. Y Estefany, a quien le ha tocado en el bando de los golpistas como a casi todas las niñas, contribuye con la provocación al sentido común: “¡Nosotros sólo queremos libertad!”.
“Sabemos que es política, pero jugamos como si fuera fútbol”, dice Jefferson, uno de los niños participantes. Y Estefany, a quien le ha tocado en el bando de los golpistas como a casi todas las niñas, contribuye con la provocación al sentido común: “¡Nosotros sólo queremos libertad!”.
.
Un comentario completa esta escena surrealista: “A veces imitan al Canal 36 con el ‘última hora’”, apunta Milton, refiriéndose a la conocida voz apocalíptica que interrumpe los canales de televisión en Honduras para informar de las nuevas medidas del gobierno de facto.
Un comentario completa esta escena surrealista: “A veces imitan al Canal 36 con el ‘última hora’”, apunta Milton, refiriéndose a la conocida voz apocalíptica que interrumpe los canales de televisión en Honduras para informar de las nuevas medidas del gobierno de facto.
.
“Parece anecdótico, pero ellos también están tensos. Uno no le pone atención, se olvida de que están ahí, pero escuchan diariamente las conversaciones de los adultos y lo que ocurre en el barrio”, comenta Carlos, docente del centro de formación profesional de jóvenes Dion.
“Parece anecdótico, pero ellos también están tensos. Uno no le pone atención, se olvida de que están ahí, pero escuchan diariamente las conversaciones de los adultos y lo que ocurre en el barrio”, comenta Carlos, docente del centro de formación profesional de jóvenes Dion.
.
Desde el 28 de junio, la juventud de El Pedregal, baluarte de la resistencia, participa activamente en las asambleas y manifestaciones que reclaman el regreso de Zelaya. “Si eres joven tienes que ser revolucionario. Los que no piensan como nosotros es porque pertenecen a una clase acomodada”, exclama José, uno de los jóvenes del barrio, en el salón de su casa. “Los adultos no participamos tanto porque vivimos los años 80 y esta es una situación similar. Sentimos que volvemos a vivir lo mismo y hay temor”, justifica Carlos, que conoció de primera mano la fuerza de los paramilitares en las universidades durante esa década.
Desde el 28 de junio, la juventud de El Pedregal, baluarte de la resistencia, participa activamente en las asambleas y manifestaciones que reclaman el regreso de Zelaya. “Si eres joven tienes que ser revolucionario. Los que no piensan como nosotros es porque pertenecen a una clase acomodada”, exclama José, uno de los jóvenes del barrio, en el salón de su casa. “Los adultos no participamos tanto porque vivimos los años 80 y esta es una situación similar. Sentimos que volvemos a vivir lo mismo y hay temor”, justifica Carlos, que conoció de primera mano la fuerza de los paramilitares en las universidades durante esa década.
.
En El Pedregal todos están preocupados ante esta realidad desconcertante, aunque actúen con condescendencia al ver los juegos de los niños. Muchos creen que las escuelas deberían ya comenzar a aplicar metodologías de educación enmarcadas en un contexto de conflicto.
En El Pedregal todos están preocupados ante esta realidad desconcertante, aunque actúen con condescendencia al ver los juegos de los niños. Muchos creen que las escuelas deberían ya comenzar a aplicar metodologías de educación enmarcadas en un contexto de conflicto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario