Un amigo de Barcelona me puso en contacto con Martín, un chico hondureño, que me está ayudando mucho a orientarme e instalarme en la ciudad. Hoy me ha llevado de compras en su picop (furgoneta) a un mol (centro comercial). Aquí no hay IKEA pero sí buenos precios en general, aunque los diseños dan mucho que desear. Me he comprado un edredón, sábanas, toallas. Es curiosa la vida en Tegus. Debido a la inseguridad se hace mucha vida en los centros comerciales, la calle casi ni se pisa.
Una imagen del día: don Rufino, un vigilante de unos 60 años con un machete de medio metro que he conocido en la puerta de una tienda.
Por la noche Martín me ha llevado a Nightlife, la disco más in de la ciudad. Nunca olvidaré la imagen nada más entrar: un montón de parejas bailando reggaeton agarrados y moviendo las caderas en plan sensual. En un país tan religioso como este, el reggaeton es como una liberación momentánea de los cuerpos: chicos y chicas se menean con una sensualidad espontánea. Mientras bailan con sus chicos, ellas coquetean con la mirada con todo aquel que se les cruce. Uno se pregunta si la fidelidad aquí será un valor importante, aunque en el fondo no se trata más de un juego de las chicas…o no?
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Voy bebiendo ron (qué bueno y barato es aquí!) con Coca-cola y me siento dentro de un videoclip de Shakira. ¿Pero a esta gente la han contratado para bailar en la pista o qué? La realidad supera la ficción.
A las dos, toque de queda y me voy a la cama feliz de haber tenido esta fabulosa experiencia visual y musical.
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